La simbología de las pulseras de yoga con el ascenso de la kundalini
Cuando estudiamos a fondo las proporciones áureas de las pulseras de yoga una de las partes principales era su forma para maximizar los puntos de contacto con la piel y la otra eran los extremos, que al ponernos la pulsera deben quedar (por lo general) uno al lado del otro (por ejemplo: cerrándose sobre la muñeca o antebrazo).
Una vez cumplimos con las medidas exactas, mantenidas por los rishis, necesarias para que sean una fuente de consciencia, protección y progresión espiritual al activar los interruptores para el ascenso de la kundalini, tal y como explicaba Yogananda; nuestra principal preocupación eran los extremos.
Los modelos que teníamos de la India y de la SRF acaban en tres hilos redondos, soldados, algo separados y que se enganchaban en la ropa. Entonces, tras leer de nuevo sus propiedades e internarnos aun más en el camino del kriya-yoga, enseñado por Yogananda, supimos que debíamos moldear los extremos, suavizarlos en forma de flecha para que acabaran en forma de uno solo (representando la Unidad de todo lo que es, en su vertiente Advaita).
Los tres hilos pasaron a simbolizar los tres nadis* principales: sushumma, ida y pingala, enredados (en su versión tántrica).
Curiosamente al limar y moldear en forma de flecha, surge un agujero central, vacío, asimilable al canal de epéndimo (que tantas veces nos indicaba Amable Díaz en sus clases) por donde circula el líquido cefalorraquídeo y debe ascender la kundalini (la energía que se buscar despertar con el kriya-yoga).
Aunque todos respetan esta simbología, lo más increíble es que no hay dos extremos iguales porque los moldeamos a mano, uno a uno, a golpe de lima.
Mi pensamiento es que sus formas dependen de la energía de quien nos pide la pulsera de yoga y el cariño con el que las fabricamos, para él o ella; como una suerte de huella dactilar energética.
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